top of page

No puedo pintar la realidad, es demasiado dura;

no puedo pintar lo que se ve, porque cada uno ve algo diferente.

Prefiero pintar formas, colores, luces, texturas libres y diversas,

para que cada quien se cree su propio mundo, 

como el que yo creé cuando realicé éstos cuadros.

 

Crear climas, ambientaciones, sensaciones,

percepciones que abren el alma a lo desconocido.

Para explorar dentro de mí, saco afuera lo que tengo por conocimiento e intuición en un momento determinado.

Es un juego permanente entre pensamiento e intencionalidad  y 

lo irracional del automatismo y la pasión.

El universo del hombre, la lucha continua entre lo racional y lo emocional.

Íntimamente, creo que siempre esperé éste momento sublime,

la pasión de largarme a la tela blanca dando algo de mí, algo de otros.

Vincularme con el que mira, como una percepción de mí misma y de muchos.

Dejar partes de mi interioridad en cada tela.

Buscar decir algo, sin saber bien qué.

Producción voraz, pero reflexiva.

Nada es porque sí, y si lo es, es porque tendrá que ser así y así lo acepto.

Con ideas previas y bocetos, nunca respeto del todo mi intención inicial; me gusta dejar lugar a lo que no sé cómo va a concluir.

Me divierte pensar que lo que primero concebí, va a terminar siendo distinto.

En éste transcurrir, los cambios son inevitables, a cada instante nos vamos reinventando, nos vamos modificando.

Cada circunstancia exterior o interior, va construyendo una nueva imagen.

 

Somos un universo inconmensurable,

claro y obscuro, brillante y opaco,

liso y texturado, entero y fragmentado,

inmóvil y danzante.

Siempre buscando comprender lo incomprensible,

queriendo entender lo eterno en lo finito.

M. Silvina Da Ponte / 2014

bottom of page